Reportaje 2016 nuevos propósitos

El año 2016 (MMXVI) que acaba de empezar será un año bisiesto que ha comenzado en viernes en el calendario gregoriano, número 2016 del anno Dómini, según la designación de era cristiana, decimosexto del tercer milenio y el séptimo de la década de los 2010. La ONU lo ha declarado como el Año Internacional de las Legumbres, el Papa Francisco como el año de la Misericordia y aquí, en España, a raíz de las últimas elecciones Generales, que presumiblemente nos tendrían que haber dado un Gobierno para cuatro años, será el año en el que esperamos importantes cambios. Así que a los buenos propósitos de siempre añadiremos en esta ocasión la esperanza. Esa esperanza que, como ocurre siempre a pie de calle, “va por barrios”.

Todos los años me hago un montón de propósitos: dejar de fumar, dejar de comer, ¿los voy a cumplir…? Bueno, antes de empezar con ello lo deseo, luego el día a día se termina imponiendo. Hacer estas cosas que a uno le gustaría hacer pero que significa un gran sacrificio termina siendo muy duro. Tan duro como el año que acaba de entrar. Por lo menos para una gran parte de la sociedad española. De entrada políticamente no creo que haya grandes cambios. Si entran partidos nuevos no harán lo que dicen en sus programas, porque lo que presentan son propuestas, los hechos ya hemos visto que luego no se ajustan a lo prometido. Esté el que esté, vamos a seguir igual. ¿Cuándo y cómo vamos a pagar la enorme deuda que debe España? No veo color. Yo trabajo muchísimo, cobro poquísimo, y que los políticos se pasen por Cáritas para que vean en qué país vivimos”, nos comenta una mujer joven que comparte un desayuno con una amiga al tibio sol de una mañana de diciembre. En sus palabras, y en su cara, se pinta el escepticismo de quien contempla el futuro como una prolongación sin límite del pasado. Para ella es tan difícil dejar de fumar como para cualquier partido político cumplir su programa. Ambos son propósitos de inicio de año en los que en el fondo nadie cree.

Si esto lo piensa una persona que conserva el trabajo, podemos imaginarnos los buenos propósitos, y esperanzas, de quienes permanecen en el paro de forma indefinida. Para ellos su propósito es seguir buscando trabajo y su esperanza es que, por fin, alguien les diga: “preséntese usted mañana a las ocho en el puesto de trabajo en…”

Pero como decíamos al principio la esperanza depende de cada uno, incluso de si el día amanece brillante y cálido o brumoso y con un frío que congele las voluntades. De hecho el mundo avanza por la fe y esperanza que millones de personas colocan por delante de sus vidas. Y aunque en esto la edad no cuenta, podemos encontramos con personas de espíritu joven que en el 2016 sólo ven horizontes de luz y bienestar. “Nunca hago buenos propósitos, sino que le pido al año que viene, como si fuesen los Reyes Magos, aquello que deseo y necesito. Así, al 2016, le pido salud. A este y a todos. Si tenemos salud podemos enfrentarnos a cualquier situación y adversidad. Además creo que este año que empezamos va a venir con muchos cambios, lo cual me ilusiona, porque sé que me van a afectar para bien. Sé que el nuevo Gobierno, sea el que sea, va a intentar mejorar la situación económica, habrá más trabajo y económicamente a todos nos irá mejor. Bueno, reconozco que esto que estoy diciendo es un deseo, pero estoy convencido, de que se va a realizar”. Quien así habla es una mujer joven que posiblemente no mire hacia atrás y sí hacia adelante y que, aunque no nos lo ha dicho, se sienta arropada por un grupo de personas, casi seguro sus familiares y amigos, que forman una pequeña sociedad optimista. Porque la esperanza no es sólo un sentimiento personal, sino que se forma en las sociedades, ya sean grandes o pequeñas, y termina por adueñarse de la voluntad de todo un pueblo.

La edad y la formación son dos características de las personas que permiten valorar las situaciones con mayor perspectiva. Cuando alguien mira hacia atrás con el fin de conocer o planificar el futuro no lo hace, aunque a veces sí, para dar marcha atrás, sino para aprender de los errores y evitarlos en el futuro. Claro que también los errores, las caídas y recaídas, pueden ser tantos, que lo único que nos enseñen es a ser escépticos. Esta puede ser la razón de que muchas personas ya no prometan a principios de año dejar de fumar, o ser mejores personas con los demás, ya que tienen 60 años y durante 40 lo han venido haciendo sin pasar de las dos semanas aplicando sus buenos propósitos. Y lo mismo les ocurre con las esperanzas sobre la benevolencia de los días que vendrán.

“Me hago todos los buenos propósitos que todo el mundo se hace: ser más bueno y todas esas cosas. Después las circunstancias me ponen en mi sitio. El ser humano, y nuestra sociedad en general, somos prisioneros de nosotros mismos. Por eso yo no tengo especiales esperanzas de que el 2016 venga distinto del 2015. Será igual de crudo. La economía despertará para algunos, pero no para la mayoría de los mortales. Podemos tener esperanza en el nuevo Gobierno, en el cambio político. Pero esto sólo será verdad si la Unión Europea lo permite. La economía no está en nuestras manos. Es un poder internacional que nos controla. ¿Qué se puede gobernar mejor, avanzar en un bienestar más generalizado? Sí. Pero es algo que se nos escapa de las manos a la mayoría. Estoy convencido de que todos los gobiernos quieren que todo vaya bien, aunque sólo sea para mantenerse en el poder y que les volvamos a votar, pero la realidad se les impone. A ellos y a nosotros. Me gustaría tener esperanza de que esto no fuera así, o de que cambiase, pero los años me han enseñado a ser muy cauto en ello”. Quien así habla es una persona acostumbrada al análisis, a manejar información y contrastarla, alguien que considera que la esperanza más que un sentimiento filosófico es un resultado empírico: sólo podré tomar café si en el bolsillo tengo un euro para pagarlo. Lo demás, los buenos propósitos, pueden servirme para soñar con un buen café, ese que constantemente echará de menos mi paladar.

Hasta aquí hemos descrito casos particulares, enfoques de la vida que toman como referencia el yo desde donde se ve el mundo como algo que rodea a la persona. Sin embargo a veces nos cruzamos con personas que aparecen tan desprovistas de ese yo que es como si estuviésemos hablando con una clase social formada por millones de seres. Es el caso que damos a continuación.

“El propósito que me hago todos los años es el de la mayoría, el de los fumadores, dejar de fumar y tener tiempo libre para disfrutar. En cuanto al 2016 va a ser un año complicado, pero confío en que la sensatez de todas las personas, políticos y dirigentes en general, sepan encauzar todo por donde debe ir. Pero en principio espero un año complicado políticamente hablando y, lógicamente, eso redunda en la economía.

Llega una experiencia nueva a España, antes era un bipartidismo, ahora son más partidos políticos, está el tema catalán, la reforma de la Constitución, los nuevos partidos políticos son gente sin experiencia política…, y va a ser complicado. Claro que a lo mejor nos llevamos la sorpresa y al final no hay ningún problema. Pero creo que va a ser un año complicado”. Quien así habla es un hombre de clase media, con trabajo y un sueldo aceptable, rodeado de hijos pequeños, que expresa el sentir de una clase media española acostumbrada ya a la incertidumbre del futuro pero agarrada firmemente a la lucha del día a día, tan dura que a veces no permite levantar la vista hacia un futuro que, a veces, no puede ser peor que el presente. Escepticismo y solución a los problemas de ahora, ya que los del futuro se resolverán cuando se presenten y, si no los hay, miel sobre hojuelas. Y, como quedaba claro, en cuanto a buenos propósitos, lo mejor es hacer aquellos que hace todo el mundo y menos compromete si no se cumplen: dejar de fumar.

De la misma forma que existe un hombre de la calle genérico, anónimo, en el que casi todos nos reconocemos, existe también el ama de casa anónima, ignorada por tan conocida, sacrificada, luchadora y, muchísimas veces, resignada a desempeñar un papel tan poco gratificante como difícil de abandonar.
Una de ellas nos cuenta que no se propone dejar de fumar, tal vez porque es una de las pocas satisfacciones que puede conseguir en esos pocos minutos robados a la tarea diaria, aunque si se propone hace ejercicio, que muchas veces debe limitarse a un rápido paseo con alguna vecina “tras dejar recogida la casa”, y que también se termina por abandonar “por falta de tiempo”. Por eso, cuando se le pregunta por su verdadero propósito para el 2016, le sale del alma la respuesta, mientras contempla a sus hijos pequeños que se afanan chillando alrededor de un columpio: “Seguir viviendo como hasta ahora. Sinceramente”. Y en la misma línea se pronuncia sobre lo que el 2016 nos traerá: “Creo que va a ser igual que este, exactamente igual”, afirma, aunque en un momento se da cuenta de su propio pesimismo y rectifica, “hombre, creo que será un poquito mejor, las cosas que están pasando creo que van a mejorar, pero creo que va a ser igual que este. En cuanto a si hay cambio político los cambios que haya se verán en los años siguientes, no en este”, puntualiza poniendo ese punto de sensatez y sentido común que da el tener que hacer todos los días la compra.

Finalmente podemos reflejar los deseos y esperanzas de dos jóvenes, la generación que todavía no está en el poder, que lo conseguirá aproximadamente dentro de 15 o 20 años, y que es el futuro de un país que ahora mismo apenas vislumbramos. Uno de ellos es trabajador, empleado, que sólo tiene sus manos para ganar el pan, y que se encuentra muy contento por haber conservado su puesto de trabajo. El otro es un estudiante, el representante de la parte intelectual de la futura sociedad, con muchas probabilidades un dirigente. Ninguno de los dos podemos ponerlo como modelo de su clase social, sólo se pronuncia a título individual. Pero aquí quedan reflejadas sus opiniones.

“Mi propósito para el año que empieza va a ser dejar de fumar. Lo hago todos los años, así que ya se ve lo bien que lo cumplo. Por su parte el año que viene será igual que este que termina con, quizá, algo más de trabajo. Tampoco con demasiadas expectativas. Esperemos que el cambio político haga que vayamos un poco a mejor. Esperemos”.

Como se ve, esperanza del trabajador por algo mejor, pese a que no se puede quejar porque hasta el momento no le ha faltado trabajo, aunque cree que la actual realidad es “manifiestamente mejorable”.
Por su parte el estudiante nos confiesa que la llegada del año nuevo no le incita a hacerse ningún propósito y no porque no desee cambiar, sino porque no considera que esa fecha determinada haya de ser punto de partida para algo que debe salir de él, no de circunstancias ajenas o impuestas por modas o tradiciones añejas. De igual forma no ve fronteras entre 2015 y 2016, los días y “sus circunstancias” van a seguir un camino trazado sin que haya motivos para creer que va a haber grandes cambios, tanto políticos como sociales o económicos. Y, puestos a esperar, tiene muy claro lo que espera: “Espero que no haya muchos cambios drásticos y malos para todos, que si los hay que sean a mejor. Y si hay cambios políticos me da igual quien gane, lo que deseo es que nadie tenga mayoría absoluta. Es necesario el pacto, el entendimiento. El fin de la imposición por la fuerza. Que un solo partido haga lo que quiera, es siempre malo”.

Así pues ven los ciudadrealeños este año que empieza. Y estos son sus buenos propósitos y sus grandes esperanzas