El viernes 21 de febrero, con el pregón anunciador en miles de pueblos y ciudades de España, se dará el pistoletazo de salida oficial al Carnaval 2020. Unas fiestas importantísimas en nuestro país no solo por su riqueza cultural y artística amén de la atracción turística, sino fundamentalmente por la trascendencia histórica y la repercusión futura de unos carnavales en pleno esplendor. La herencia y el traspaso generacional están asegurados en unas fiestas donde la mayoría de los mortales, en alguna ocasión, se han nutrido de sus maravillosos ingredientes, poniendo en una cazuela dos kilos de disfraz, un poco de maquillaje, baile y música a discreción, una pizca de buen rollo y alegría y ganas de pasarlo bien a raudales. Comienza febrero y lo hace a ritmo de Carnaval.

En anteriores reportajes ya hemos indicado las raíces del Carnaval, tan antiguo como la misma civilización, en base a las teorías de algunos historiadores que ubican su origen hace más de 5.000 años en la cultura sumeria y el antiguo Egipto como fiestas paganas en honor del toro Apis, o en las saturnales romanas y celebraciones griegas.

En esta ocasión, nuestro protagonista es la música del Carnaval. Un ingrediente básico con mayúsculas, la sal del Carnaval, sin la que esta fiesta y tradición de la burla y del desenfreno sencillamente no tendría razón de ser. En opinión de los ciudadanos encuestados en nuestro Termómetro, “el Carnaval sin música sería como un jardín sin flores”, cuenta una de nuestras entrevistadas de la encuesta El Termómetro y acierta de forma muy gráfica en la relevancia y el cariz que impregna el componente musical en las fiestas carnavaleras. Una música alegre que denota el estado de ánimo, en el que la alegría, la parodia, la burla, la socarronería, la gracia y el buen humor toman las calles y sustituyen por unos días a la monotonía de la rutina y del quehacer cotidiano, atendiendo a la llegada posterior de la Cuaresma.

Llegados a este punto, habría que puntualizar que la música es imprescindible en toda fiesta o manifestación popular, pensemos en la que pensemos (festivales de folclore, procesiones de Semana Santa, feria y fiestas de pueblos, verbenas, corridas de toros…), no hay fiesta donde la música no esté presente. Sin embargo, es en el Carnaval donde el lazo es más estrecho, pues el Carnaval no viviría sin música ni la música se habría enriquecido probablemente tanto sin el Carnaval, el uno depende del otro, uno es la razón de ser del otro y viceversa.

De otro modo, como bien comentaba un ciudadano en nuestra encuesta, “pese al colorido de los disfraces, sin música, los carnavales más parecerían un duelo que otra cosa”. Y, aunque haya duelo en el Carnaval (en honor a Doña Sardina), siempre las plañideras o el maestro de ceremonias se encargan de dar ruido y entonar sus quejidos cual orquesta de llantos fingidos y teatrales siguiendo la comedia establecida. Aunque también se realizan oraciones como ésta, del Carnaval de Herencia en Ciudad Real, la Oración de ‘San Borrachao’ para el Entierro de la Sardina: “El que comiendo sardina/ cometiera el disparate/ de dejarse una espina/ clavada en el gaznate/ salvará la situación/ sin ningún desatino/ con un buen trozo de jamón/ Y una botella de vino”.

Y como de comedia y de alegría se trata, la música es protagonista durante estos días, en sus más diversas tipologías y con las variaciones sufridas a lo largo de los tiempos, pero con el denominador común de transmitir alegría y ruido desde primera hora de la mañana hasta altas horas de la madrugada. Cualquier cacerola o cencerro bastaban en algunos casos a aquellas máscaras callejeras que, disfrazadas y con la cara tapada, anunciaban su llegada. También las charangas con sus instrumentos de percusión como los bombos, cajas metálicas, platos; o los de metal: trombones, bombardinos, trompetas y tubas junto a saxofones y clarinete animaban y animan cualquier grupo y desfile que se precie. Ataviados con los disfraces de la peña, los músicos de la charanga tocan y casi bailan al son de su música, creando un ambiente único y muy divertido para la propia agrupación y para el público asistente. Asimismo, las bandas de música también tienen su hueco en los desfiles de carnaval, siempre con piezas cada vez más rebuscadas para conseguir el impacto deseado en la coreografía y lucimiento de una agrupación carnavalera. Estas bandas, en algunas ocasiones por no decir en una gran mayoría, están siendo sustituidas por la música enlatada que puede dar más juego a los ideólogos de las grandes puestas en escena durante las fiestas de Carnaval. Claramente, como apuntaba el musicólogo Antonio Vallejo, esta tendencia hacia el espectáculo de masas va a más, con el propósito quizá de atraer a un turismo que aporte buenos beneficios económicos.

Comparsas y chirigotas.- Mención aparte merecen las comparsas y chirigotas. Cuando se cuelan estos nombres en las conversaciones, todo el mundo piensa en Cádiz, Carnaval de Interés Turístico Internacional, es el más famoso y conocido de España por sus pasodobles y coplillas de comparsas y chirigotas en el Teatro Falla. Pero lo cierto es que comparsas, chirigotas, estudiantinas, murgas… hay en todo el territorio español, y todas ellas muestran su arte y sátira en los escenarios.

Antiguamente, como comenta Ángel Fontecha, componente de una de estas agrupaciones, los instrumentos tradicionales empleados eran la guitarra, el laúd y la bandurria, ahora la chirigota usa guitarras, caja y bombo y la tradicional turuta chirigotera. Por desgracia, añade, la música cantada ha dado paso a la música enlatada.

Pero ¿qué es una comparsa y una chirigota y en qué se diferencian? La primera es una agrupación formada por 16 personas, con un acompañamiento musical compuesto por un pito de caña o ‘kazoo’, como se le conoce en Cádiz; una guitarra, una caja y un bombo. La chirigota, por su parte, está compuesta por 12 personas con el mismo acompañamiento. Asimismo, es similar la puesta en escena en ambos casos: una presentación, dos pasodobles, dos cuplés y un popurrí para finalizar. Sí se diferencian en cuanto al contenido y el modo en que lo tratan, en el primer caso la temática de sus canciones es seria siendo frecuente la crítica social mientras que la chirigota es la burla y el humor en mayúsculas, donde los temas de actualidad son objeto de la picardía de los chirigoteros, algunos ya con nombre propio.

Valga, a modo de ejemplo, un pasodoble de 2018 de la chirigota gaditana ‘No tengo el congo pa’ farolillos’ publicado en El Mundo: “Mi novia en el fin de semana/ se pone su pijama y se recoge su moño/ y se pega a todas las series que haya en el Barsa viendo en el Netflix/… Cuéntame ella la sigue muy atenta/ la serie cuando empezaba se ambientaba en los sesenta/ pero como tantos episodios tiene/ po ya nos ha adelantao y la serie va por el mes que viene/ Y la serie de la Trece quería que descargara/ y como para almozar me comí un pato ‘ajín’ de fabada/ me parece que esta noche yo en la cama le voy a descargar ‘to la temporada’.

Como hemos señalado anteriormente, no solo en Cádiz se prodigan estas comparsas y chirigotas. Baste aquí una muestra de la picardía manchega: “Desde la Plaza al Convento,/ desde el Cristo a San Antón,/ vienen dando la tabarra/ cantando a mogollón./ Sus cuerpos están cansados,/ pero ellos no pararán,/ porque ante todo desean/ disfrutar del Carnaval. (Murga “El Miriñaque” de Herencia -1990-). Y esta tradición viene desde siempre, como muestra esta coplilla de 1946 donde se palpa el poder de los gobernantes de la época para prohibir o permitir estas fiestas: “Viva nuestro Carnaval,/ el maestro y la rondalla/ y nuestro gobernador/ que lo quiere toda España,/ y nosotros lo queremos,/ lo queremos de verdad,/ que nos da permiso/ para poder disfrutar…”. (Murga de “la Guasa” de Herencia (1946)).

Además de las comparsas y las chirigotas, también existen otro tipo de agrupaciones vocales-instrumentales carnavalescas como el cuarteto y el coro. El primero suele estar compuesto por grupos de tres, cuatro o cinco personas, con canciones muy cómicas acompañadas del pito de caña, de las claves o de la guitarra. Los coros son la agrupación más numerosa, de hasta 45 personas, entonando cuplés, tangos y popurrí con un acompañamiento musical básicamente de cuerda (guitarras, bandurrias y laúdes).

Las letras de Carnaval suelen adaptarse en muchos casos a canciones populares transmitidas de generación en generación y también a piezas musicales de actualidad, que sean muy pegadizas y reconocibles por el gran público.

De lo popular a lo más selecto.- El Carnaval y su música abarca desde lo más básico y popular (¿quién no recuerda o ha tarareado también en algún momento de su vida, la canción “Carnaval, Carnaval… Carnaval te quiero” que tan famosa hizo Georgie Dann?) hasta lo más selecto y culto de grandes compositores como ‘El carnaval de los animales’ de Camille Saint-Saëns o Schumann con “Scenes mignonnes sur quatre notes” (Escenas bonitas sobre cuatro notas) o la música in maschera de los grandes bailes venecianos sin olvidar la samba brasileña.

En todo esto y mucho más han derivado aquellas primeras celebraciones griegas donde surgían melodías, transmitidas a la Antigua Roma, de liras, cítaras, flautas, cornetas o trompetas. Durante el imperio romano, sus emperadores cultivaron la música en sus diferentes actos y comedias. Augusto, Calígula y, sobre todo, Nerón fueron impulsores de la música. Este último era un virtuoso de la lira y la cítara, participaba en los juegos públicos y declaró la música como elemento principal de la felicidad del imperio, hecho que hizo posteriormente que la despreciaran los romanos. En la Edad Media resurge en Italia y resto de Europa para extenderse durante el siglo XVI por Iberoamérica con gran tradición de murgas y comparsas.

Texto: O.C.R
Fotos: Ayer&hoy