Francisco Javier Morales

Francisco Javier Morales Hervás/ Doctor en Historia

Interior del templo en un acto religioso en honor de la Virgen de las Cruces.

En una mañana fría de diciembre Enrique, alcalde de Daimiel, se encontraba en la estación de ferrocarril esperando la llegada de su ilustre visitante. Con cierto retraso llegó el tren del que transportaba a la comitiva real encabezada por don Alfonso al que acompañaban algunos amigos, destacando entre ellos la elegante figura de la conocida cantante Elena Sanz. Desde su llegada al trono el joven monarca había vivido situaciones bastante complejas, tanto en el ámbito personal como en lo político, y por ello procuraba buscar algunos momentos en los que poder aparcar brevemente la tensión cotidiana y relajarse con algunas de sus aficiones, como la caza. Por ese motivo había decidido pasar un par de días en Daimiel, para dedicarse a la práctica cinegética a la vez que disfrutaba de un atractivo entorno natural en compañía de buenos amigos.

Aprovechando la circunstancia, Enrique había previsto mostrar al monarca los elementos más destacados del patrimonio daimieleño, con el fin de intentar recabar su apoyo para obtener algunos recursos necesarios para proceder a la restauración de algunos de ellos. Tras dar cuenta de un sabroso almuerzo regado por un buen vino de la tierra, se dirigieron hacia la Iglesia

Detalle de la torre.

de Santa María la Mayor que, sin duda, constituía el monumento más destacado de la villa. Enrique informó al monarca que esta iglesia se había empezado a edificar a finales del siglo XV, aunque había algunos investigadores que consideraban que las primeras obras podrían corresponder al siglo XIV, época a la que podrían pertenecer ciertos símbolos y escudos templarios. La traza principal del edificio respondía a principios característicos del gótico, aunque en su visita la ilustre comitiva podría contemplar ciertos elementos correspondientes a otras centurias, pues el templo había sido objeto de diversas actuaciones y reformas, siendo la última de ellas la que había posibilitado la reedificación de la torre en 1818, tras haberse visto afectada por una tormenta.

 

En la fachada de poniente pudieron contemplar una interesante portada ojival abocinada con arquivoltas y en la de la umbría otra también delimitada por un arco ojival con dos arquivoltas, pero accedieron al interior del templo por la fachada del mediodía a través de la puerta del Sol, definida por un elegante arco de cortina de época renacentista que está protegido por un pórtico de tres arcos. Una vez que se encontraron dentro de la iglesia pudieron comprobar que el edificio respondía a una planta basilical dividida en tres naves que estaban separadas por pilares a los que se adosaban columnas, cuyos capiteles aparecían decorados por diversos motivos vegetales y figurativos entre los que Enrique destacó la presencia de animales como un conejo o una serpiente y seres fantásticos como una sirena. La comitiva real supo apreciar la sencilla belleza de las bóvedas de crucería con las que se cubrían las tres naves, aunque uno de los elementos que más les llamó la atención fue la extraordinaria talla barroca del Cristo de la Expiración, que se atribuía a la escuela de Alonso Cano.

Para finalizar la visita, Enrique mostró al monarca la lápida que indicaba el lugar en el que había sido enterrado en 1825 el Barón de Eroles, héroe de la Guerra de la Independencia. Esta tumba se encontraba junto al coro, por lo cual Alfonso XII estimó que sería un buen broche a la interesante visita que habían realizado que Elena Sanz, la conocida cantante que les acompañaba, les deleitara con alguna pieza. Elena les regaló una emotiva interpretación del Ave María de Schubert que resonó angelical en un templo que nos sigue invitando a su disfrute.

Detalle de la fachada. (Fotos cedidas por Radio Daimiel)