Sobre una lámina de latón, en un lienzo en blanco, con un trozo de madera o una pieza de barro, sobre terciopelos o sedas, en un paso… Estas son las materias sobre las que profesionales del mundo de la restauración, la pintura, la escultura, la orfebrería o el bordado mantienen vivos unos oficios artesanales de primer orden, que auspician el impulso de una de las tradiciones de mayor arraigo en España como es, como son, las numerosas e importantes representaciones de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, nuestra Semana Santa.

Son casi invisibles. No salen en ninguna estación de penitencia. No forman parte del cortejo procesional, no portan ni llevan a costal a ninguna imagen, tampoco reciben los aplausos que el público presta a cada una de las hermandades en su recorrido oficial. Pero son imprescindibles. Están en sus talleres, que pocos conocen, trabajando la madera, el metal, el barro, la pintura o el terciopelo para crear arte, un arte que es todo un tesoro histórico y artístico en nuestro país, un patrimonio de incalculable valor, gran parte en manos de cofradías y hermandades.


Oficios como el de bordador, imaginero, orfebre o restaurador serán los protagonistas de este reportaje, aunque existen muchas otras artesanías como la del tallista o el cerero, y vinculados a ellos: fundidores, forjadores, entalladores, etc., que merecen el reconocimiento específico por haber alzado a la Semana Santa al lugar que en la actualidad ocupa, una fiesta, en varias ciudades, de Interés Turístico Nacional, como Ciudad Real o la Ruta de la Pasión Calatrava.


En la quietud de su estudio o en el trajín controlado del taller de un orfebre, donde cada proceso es realizado minuciosamente, cada uno de estos profesionales elabora una obra de arte, con identidad propia, diferente a las demás piezas y personalizada a cada hermandad o cliente. El estereotipo que cada uno de ustedes puede tener de estos artesanos no obedece a la realidad: ni son ancianos ni se ubican solamente en Sevilla o Murcia ni tampoco todos viven exclusivamente de la Semana Santa. Aunque una cosa sí que es cierta: prácticamente no hay relevo. La mayoría de ellos son oficios de última generación, que nadie les va a sustituir cuando ya no estén. La pandemia ha acelerado quizá el proceso en algunos casos en los que se han visto obligados a echar el cierre y/o a cambiar de profesión para ganarse el pan.


Más restauración que obra nueva.- En la actualidad, hermandades y cofradías de Semana Santa apuestan por la restauración de su patrimonio en vez de pedidos de obra nueva. El alza del coste de los materiales también ha llegado a las casas del bordador, restaurador u orfebre, máxime teniendo en cuenta el uso de materiales tan nobles. Francisco Perales, bordador afincado en Torralba de Calatrava, nos explica que una pequeña pieza con bordado de realce puede suponer unos 15 euros frente a los 300 euros en el caso de esa misma pieza pero bordada a mano en hilo de oro. En el caso del latón, con el que se trabaja mayormente en orfebrería, un kilo ha subido a los 15 euros frente a los 800 ó 900 euros del kilo de plata de ley, “de ahí que la mayoría de piezas se hagan hoy en día en latón con un baño de plata o de oro”, nos comenta Ramón Orovio, del taller de orfebrería instalado en Torralba.


A la hora de proceder a restaurar una escultura o pintura, comenta Óscar Patón, joven restaurador titulado de Ciudad Real y en activo profesional desde hace siete años, es importante la labor previa de investigación, la búsqueda de fotografías antiguas y la realización de catas, “los criterios ineludibles de una restauración son el respeto a la obra, la mínima intervención y la recuperación de su aspecto original”. En su opinión, existe una mayor concienciación a la hora de conservar el patrimonio religioso y de que las imágenes o bienes culturales sean tratados exclusivamente por restauradores oficiales.


La duración del proceso depende del tamaño, la conservación de la pieza, si tiene repintes o no, “la Virgen del Mayor Dolor de la hermandad del Silencio de Ciudad Real la tuve casi un año porque pilló justo en pandemia; el Flagelado de Consuegra, uno de mis trabajos más recientes, ha estado en el estudio durante seis meses pero una imagen pequeña puede ser restaurada de media en 15 días”. Disolventes, bisturíes, hisopos, pinceles, óleos o pinturas son algunas de las herramientas con las que trabaja a diario en su piso-estudio de la capital ciudadrealeña.


Reconoce Óscar que podría haberse marchado a Madrid, donde la restauración de bienes culturales cuenta con una mayor oferta laboral, pero ha preferido vivir en su ciudad a ampliar su abanico de trabajo, “me gusta lo religioso, soy vestidor de la Dolorosa de la catedral de Ciudad Real desde hace 19 años, formo parte del grupo Mazantini y esta es mi vida y no la quiero cambiar, es lo que me mueve, además de hacer obras religiosas que glorifiquen a Dios”.


En su caso, aclara que no vive de la Semana Santa, “vivo de la restauración; a lo largo del año imparto una clase de restauración de muebles en Valdepeñas y en el estudio llevo a cabo otro tipo de obras, fundamentalmente religiosas, pero no cofrades necesariamente, siendo la pintura religiosa mi gran pasión”. Patón recuerda una de sus obras de mayor envergadura que se hizo viral en las redes sociales: “Pinté la bóveda de la sacristía del Santo Cristo de Valdepeñas con 8 lunetos representando a los Padres de la Iglesia, la Transfiguración, la Anunciación a la Virgen y una Gloria; para ello me fijé en varios modelos, uno de ellos fue el sacerdote, no porque me lo pidiera, sino porque yo quise; después ese párroco se hizo viral al pedir dinero a sus fieles para sufragar la obra”.

Muñoz Boluda: “El arte es una forma de contar historias”.- Diferente perfil es el del joven escultor imaginero y restaurador Francisco Javier Muñoz Boluda, de Campo de Criptana. Cumplirá el próximo año su décimo aniversario en el oficio, tras tener que dejar la arquitectura debido a la crisis inmobiliaria de 2008. La difusión de sus obras en redes sociales y el boca-oreja han sido determinantes a la hora de asentarse en su pueblo y con su gente. Ha realizado varios trabajos en toda España: Almería, Cáceres, Valladolid, Madrid (Alcalá de Henares, Alcorcón)… pero ahora está más centrado en Castilla-La Mancha en localidades como Alcázar de San Juan, Campo de Criptana, Villarrubia de los Ojos, Quintanar de la Orden (Toledo).


Para Muñoz Boluda, a la hora de crear una imagen para una hermandad, un convento o una parroquia, lo más importante es que la obra tenga personalidad, que transmita una serie de sentimientos o emociones, “me gusta decir que el arte es una forma de contar historias, para mí la belleza por la belleza es arte vacío; al principio me basaba en referencias, con cánones muy definidos, pero ahora prefiero que las obras transmitan algo”. En la pandemia llevó a cabo durante un año una talla de Cristo de la Salud para el barrio de la Divina Pastora de Manzanares donde, en primer lugar, pensó en el mensaje que quería trasladar: “Era una época de sufrimiento por el Covid-19, la gente necesitaba apoyarse en una imagen que le reconfortase, debería ser una talla con un diálogo en el que recibiera el dolor de los demás más que emitirlo a modo de crucifixión; por tanto, quería que fuese una imagen poderosa, atractiva”.


Para el artista criptanense, toda la obra creada en la actualidad es arte contemporáneo, independientemente de que se sigan los cánones realistas, hiperrealistas o naturalistas… a diferencia de lo que opinan algunos artistas actuales que rechazan la obra con connotaciones religiosas.


Muñoz Boluda disfruta más con la creación nueva que con la restauración, aunque en su taller entran proyectos al 50%, principalmente para hermandades e instituciones. Escultura principalmente aunque también hace algo de pintura con policromía. Generalmente trabaja con talla en madera, terracotas, resinas y también bronces, “intento abrir mis posibilidades artísticas, formándome e investigando mucho”, subraya.

Más encargos de bordados de realce o aplicaciones que hechos a mano.- Esculpida o tallada la imagen, es hora de vestirla. Francisco Perales Raya es bordador autodidacta. Comenzó hace 25 años en un taller en Fuenlabrada, pero viendo que muchos de los trabajos que hacía eran conjuntos con Orovio, decidió venirse a Torralba a un taller frente al orfebre. El 90 por ciento de los encargos que reciben son obras sencillas y menos costosas y el resto son encargos de ejecución más complicada y bordados a mano con hilo de oro, “pero solo ese 10% puede representar un 40% de la facturación del taller debido al mayor precio de esas piezas”.


Al igual que sus compañeros, subraya el alza de los precios, “tanto el coste del hilo de oro como el metalizado, los terciopelos o las sedas están disparados, mientras que nosotros hemos tenido que bajar nuestros precios para poder mantener el taller en activo”, se lamenta Francisco.


En el momento de la conversación con este bordador, diseñador, director, jefe de personal, director, transportista “soy todo en esta empresa”, sus bordadoras se afanan en la restauración de una túnica para el Cristo de Urda (Toledo), aunque también han realizado varios pasos de palio completos (palio, manto, techo de palio, faldón) de La Soledad de Herencia o La Esperanza de Calzada de Calatrava. De lo que más orgulloso se siente Francisco Perales es de una túnica de Jesús de Medinaceli de Madrid.
Explica por último que en este trabajo la única máquina que utilizan es la que realiza las piezas de aplicación o realce “para que resulten simétricas, similares a las hechas a mano pero más económicas; el bordado en 3D aún no ha llegado”. En cualquier caso, “son trabajos todos de calidad, lo que sale de nuestro taller cumple unos altos estándares de calidad”.


Concluimos este humilde repaso por algunos oficios de la Semana Santa con la visita al taller de orfebrería de Ramón Orovio de la Torre. Como el turrón, se le conoce en toda España y eso sólo ha sido a base de trabajo, constancia, profesionalidad y calidad. Con 20 personas a su cargo, la orfebrería también mantiene el tipo con muchas restauraciones y piezas de menor tamaño. Aunque es tanta la variedad de elementos que pasan por sus manos (varales, candelería, candelabros, atriles, parihuelas, cálices, canastillas, tronos, cantoneras, ciriales, coronitas para tulipas, cruces de guía, hachones, guardabrisas, coronas, puñales, incensarios, maniguetas, pasos pequeños, navetas, rostrillos, respiraderos, relicarios, sagrarios…) que es difícil precisar alguna de sus obras, bueno, citemos una reciente, que será un estreno en la Semana Santa de Ciudad Real, el paso de palio de la Virgen de la Esperanza.


Su taller es un lugar de creación, donde se tornea, se repuja, se cincela y forja, para posteriormente pulir y recubrir con baño de plata u oro. Un templo de la orfebrería que pone su especial empeño y esfuerzo en hacer piezas únicas y originales, pese a que todos los varales o candelabros puedan parecer iguales, de ahí que este artesano insista en poner en valor, conservar y restaurar el patrimonio histórico y artístico de iglesias y hermandades.

“Una de sus obras, un sagrario de 50 kilos en plata de ley”

Ramón desde joven se interesó por el oficio de su padre. Tener curiosidad y disfrutar con el oficio han convertido este taller de orfebrería de Torralba en todo un referente en España. Con más de 30 años de trabajo bien hecho, Ramón Orovio Céspedes y su padre, Ramón Orovio de la Torre, protagonizan la historia reciente del orfebre en nuestro país, elaborando un sinfín de piezas que, en la actualidad, lucen miles de hermandades a lo largo y ancho de nuestra geografía, desde Sevilla, Málaga, pasando por Castilla y León, Valencia, Extremadura y, cómo no, Castilla-La Mancha. Animan a restaurar y poner aún más en valor el ingente patrimonio de las hermandades. Una de sus obras recientes, un sagrario de 50 kilos en plata de ley. Para la Semana Santa 2023 han realizado varios encargos, como el nuevo paso de palio de la Virgen de la Esperanza de Ciudad Real, cuya estación de penitencia es Martes Santo.

Texto: Oliva Carretero Ruiz. Fotos: Ayer&hoy