Apartir del siglo III empezaron a evidenciarse en el Imperio Romano, sobre todo en su parte más occidental, síntomas de una crisis que acabaría incidiendo en todos los ámbitos (económico, social, cultural y político). Esta situación alcanzará a comienzos del siglo V tal intensidad que acabará por llevar a Roma a un colapso económico y político, lo cual será aprovechado por diversos pueblos bárbaros para atravesar los límites imperiales y ocupar diversos territorios del occidente romano. A lo largo del siglo V distintos pueblos como los alanos, vándalos y suevos realizaron diversas campañas de saqueo por las tierras que hoy constituyen la provincia de Ciudad Real, lo cual generó una sensación de temor entre sus habitantes, que contribuyó a intensificar la decadencia y la despoblación de este territorio. Una expresión de la inseguridad que se vivía lo representa el hallazgo de algunos tesorillos como el encontrado en el paraje de Piedras Blancas (Solana del Pino), que reflejan la necesidad de ocultar los objetos de valor para evitar su robo.
Al no poder los romanos recuperar un control efectivo de territorios como Hispania, llegaron a acuerdos con pueblos bárbaros “más romanizados” como los visigodos, para que expulsasen a alanos, vándalos y suevos y, en cierto modo, administrasen el territorio en nombre de Roma. De este modo, poco a poco, contingentes visigodos se irán asentando en la Península Ibérica, proceso que se consolida tras la caída del Imperio Romano en occidente en el 476. Poco después se crea el reino visigodo de Toledo, que llegará a controlar prácticamente todo el territorio peninsular. No obstante, hay que precisar que se calcula que la cifra de visigodos que llegaron a Hispania no superó los 200.000 individuos, por lo que apenas constituían el 5% de la población total. Probablemente este porcentaje sería incluso menor en el actual territorio de Ciudad Real y se concentraría en los pocos núcleos urbanos que, como Oretum, lograron subsistir al proceso de ruralización que se produce.
Hasta hace unos años se incidía mucho en la idea del intenso despoblamiento que padeció nuestro ámbito provincial en época visigoda y, aunque es cierto que se produjo una evidente reducción de población, recientes investigaciones nos están permitiendo definir mejor este proceso, que se caracterizó, sobre todo, por la decadencia de la vida urbana y el traslado de la población a entornos rurales, donde se desarrollará una actividad agraria, básicamente de autoconsumo, con muy escasa actividad comercial, como se demuestra por la mínima circulación de moneda. Los rendimientos agrarios serán muy bajos y en ello influirá la recurrente presencia de plagas como la de la langosta, tal y como describen algunos textos de los siglos VI y VII.
Oretum (Granátula de Calatrava) será el principal núcleo de población de nuestra provincia durante la época visigoda. Llegará a contar con sede episcopal, al menos, desde el primer tercio del siglo VI, destacando la participación del obispo Andonio en el III Concilio de Toledo, en el que el rey Recaredo se convirtió al catolicismo. Además de esta importante sede episcopal, también tenemos que destacar el hallazgo en los últimos tiempos de iglesias rurales que sus investigadores atribuyen a este período y que nos ayudan a entender mejor el nuevo patrón de asentamiento que se desarrolla en época visigoda. Es el caso de las iglesias de Pilar de la Legua (Almadén) y Las Lagunillas (Ciudad Real). En enclaves que alcanzaron gran protagonismo en época romana como Sisapo (Almodóvar del Campo) y Laminium (Alhambra), la población quedará reducida a una mínima expresión, quedando atestiguada la débil continuidad en el poblamiento por el hallazgo de pequeñas necrópolis como la del Arroyo de la Bienvenida, que se une a otras anteriormente conocidas como las de la Cruz del Cristo (Malagón), Nuestra Señora de Mairena (Puebla del Príncipe), Las Salcedillas (Fuencaliente), Porzuna la Vieja, Viñuelas (Villamayor de Calatrava) y Campo de las Sepulturas (Puertollano). Por último, no podemos dejar de mencionar interesantes trabajos como los desarrollados en el Santuario de las Virtudes (Santa Cruz de Mudela), que también han aportado restos de esta etapa.