En pleno auge del nazismo, en 1936, August Landmesser negó el saludo nazi durante una botadura de un buque de la marina alemana.
Una multitud de personas se congregó en Hamburgo. Mientras todos levantaban su brazo para hacer el saludo nazi, uno de ellos se quedó con sus brazos cruzados.
No fue hasta el año 1991 cuando una de sus hijas identificó a este hombre como August Landmesser, un trabajador del astillero de Hamburgo. Landmesser tenía detrás una conmovedora y desgarradora historia para no realizar el saludo.
Aunque estuvo afiliado al NSDAP desde 1931 hasta 1935, fue expulsado por haberse casado con una mujer judía, Irma Eckler. Con ella tuvo dos hijas y fue por ello por lo que le metieron en la cárcel por «deshonrar a la raza».
De Irma, se cree que fue detenida por la Gestapo y metida en la prisión de Hamburgo y sus hijas (Ingrid e Irene) separadas. En 1996 una de sus hijas, Irene, escribió la historia de su familia con el fin de contar al mundo la desgarradora historia de su padre y su madre y de cómo fueron separados por el régimen nazi.