Ferrara, en la región italiana de Emilia Romaña, fue un importante centro medieval y una de las cortes más suntuosas del Renacimiento. De hecho se la considera como la cuna del mismo aunque posteriormente Florencia adquiriese mayor peso. Hoy Ferrara sorprende porque es una ciudad muy particular, tranquila y ordenada, en la que se combinan las calles sombrías e irregulares de sus barrios medievales, con los espacios abiertos, luminosos y geométricos de la época renacentista. La estructura urbanística se remonta al siglo XIV cuando estaba gobernada por la familia de los Este. Ercole I encargó al arquitecto Biagio Rossetti la gran ampliación de la ciudad conocida como la Adición Hercúlea. El diseño de Rossetti convirtió a Ferrara en la primera ciudad moderna de Europa, factor que fue clave para su reconocimiento como Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1995.

Durante el Renacimiento Ferrara llegó a ser centro cultural no sólo italiano sino también Europeo, gracias a la presencia de importantes escritores como Ludovico Ariosto y Torquato Tasso; pintores como Mantegna y Tiziano, e intelectuales de la talla de Copérnico, Paracelso, Pico della Mirandola y Pietro Bembo.

El castillo Estense se considera el monumento más representativo de la ciudad. Es un edificio de ladrillos, de planta cuadrada, con cuatro torres y está totalmente circundado por un fosado de agua, único castillo europeo que todavía conserva esta característica. Tiene acceso libre a su patio central y en él se encuentra la Oficina de Turismo. Para visitar el interior con sus diferentes dependencias (los salones góticos, las cocinas, las prisiones, el jardín con la terraza de las naranjas, las capillas, los salones de los juegos, el salón del gobierno…) se tiene que sacar entrada.

En la zona medieval de la ciudad existen muchas calles que conservan su aspecto medieval, calles estrechas llenas de palacios de ladrillo así como pequeñas bodeguitas o restaurantes. La más conocida y particular es Viadelle Volte, que se caracteriza por unos arcos que la dividen en varias partes.

Otro monumento de visita obligada es el palacio de los Diamantes cuya particularidad está en sus 8.500 bloques de mármol en forma de punta de diamante que cubren su fachada. Es sede de la Pinacoteca Nacional.

Finalmente no podemos olvidarnos de la catedral de San Jorge, sede de la Archidiocesis de Ferrara-Comacchio. Su fachada es de estilo gótico, mientras que el interior es de un estilo barroco muy ricamente decorado (sobre todo en la zona del ábside, con la representación del Juicio Universal).

Una rica cocina

La cocina de Ferrara está muy ligada a su historia, a su vez vinculada a la corte de los Este, lugar en el que también la cocina era considerada un arte. De entonces se conservan una serie de platos que aquí recomendamos.

Los “cappelletti”. Esta pasta es un tipo particular de ravioles, rellenos de carne, que sólo se cocinan en caldo.

Los “cappellacci de calabaza”. Esta pasta se parece a los cappelletti, pero es seca, no en caldo. La pasta es más gruesa y el relleno se compone de calabaza, queso Parmigiano, nuez moscada y sal.

La “salama da sugo”. Este es un embutido de carne de cerdo, que se hace con hígado, lengua, carne de cuello, todo bañado por vino de Bosco (reforzado por cognac o ron), pimiento y canela.

La “coppia de Ferrara”, el famoso pan. Tiene una forma particular, retorcida. Se conoce como “ciupeta” (“coppietta”, parejita), pues su forma recuerda símbolos sexuales femeninos y masculinos: el resultado es una parte central más blanda de la que salen cuatro cuernos en forma de espiral.

El “pampapato”, el dulce típico. Este dulce fue creado en el siglo XVI por las monjas. Tiene forma redonda a casquete, y su nombre significaba “pan del Papa”.

El vino. El vino más famoso es el Bosco Eliceo Sauvignon.