Francisco Javier Morales Hervás y Aurora Morales Ruedas / Doctor en Historia y Graduada en Historia del Arte

El reciente hallazgo en la Sima del Elefante (Atapuerca, Burgos) de un fragmento de sílex correspondiente a una herramienta de piedra permite situar en hace 1,4 millones de años el origen de la presencia humana en la Península Ibérica. A ello hay que añadir otros útiles líticos y algunos fragmentos de restos fósiles humanos encontrados también en la sierra de Atapuerca y en la provincia de Granada, que han sido datados entre 1,2 y 1,3 millones de años de antigüedad. Por lo tanto, este es el marco cronológico en el que debemos situar el inicio de un proceso histórico protagonizado por hombres y mujeres, desarrollado a lo largo de más de un millón de años y que ha cristalizado en la compleja realidad que conforma la sociedad española en la actualidad. Cada vez contamos con más información para reconocer los múltiples hilos que constituyen la urdimbre de nuestra historia, pero para poder contemplar mejor el resultado final de ese apasionante tapiz es necesario que también ampliemos nuestra perspectiva, abandonando prejuicios, incorporando nuevos modelos interpretativos y, sobre todo, incluyendo en nuestros estudios y análisis a esa mitad de la humanidad que muchas veces ha sido olvidada o silenciada.

Los diversos yacimientos paleoantropológicos que desde hace varias décadas se vienen excavando en la sierra burgalesa de Atapuerca constituyen un conjunto excepcional para avanzar en el conocimiento de los primeros seres humanos que protagonizaron el devenir histórico durante las etapas más antiguas de nuestra Prehistoria. Los fósiles encontrados en uno de estos yacimientos, concretamente en la Gran Dolina, permitieron identificar una nueva especie humana, Homo antecessor, cuya cronología se podría remontar a más de 800.000 años de antigüedad. Entre los restos pertenecientes a esta especie destacan los que desde el año 2001 han sido conocidos como “El Chico de la Gran Dolina”, pero estudios recientes han permitido establecer que, en realidad, se trataba de una mujer, concretamente una joven de entre 9 y 11 años, con lo cual, podemos afirmar que el primer ser humano, en cierto modo, “reconocible” en la Historia de España sería una mujer, “La Chica de la Gran Dolina”. Esta muchacha, al igual que otros individuos encontrados junto a ella, presenta muestras de antropofagia. Al haber vivido en una época en la que el entorno de su hábitat habría sido abundante en recursos, tanto vegetales como animales, no resulta muy lógico concluir que esta práctica de canibalismo respondiera a una necesidad alimenticia, pero como las características de desmembramiento y rotura que muestran estos huesos humanos es del mismo tipo de las que presentan los huesos de los herbívoros que cazaban, tampoco parece que pueda ser interpretada como una práctica estrictamente ritual.

Izq.: Las tribus estaban conformadas por escasos miembros, apenas treinta. Centro: En Atapuerca, se han descubierto importantes restos fósiles, entre ellos los del ”Homo antecessor”, una nueva especie humana. Dcha.: Pinturas que demuestran que las mujeres prehistóricas también cazaban.

En otro de los enclaves destacados de Atapuerca, la famosa Sima de los Huesos, se han recuperado más de 7.000 restos fósiles humanos, pertenecientes, al menos, a 29 individuos que habrían vivido en este estratégico lugar hace unos 430.000 años. En este período el entorno de esta sierra burgalesa sería rico en herbívoros, destacando el bisonte, para cuya caza los grupos humanos se debían organizar y coordinar, pues era precisa la participación de muchas personas. Al tratarse de tribus conformadas por escasos miembros (no superarían la treintena), aunque pudiesen colaborar varios grupos es muy probable que fuese necesario contar con la aportación de mujeres en un modelo de caza de carácter colectivo, participando en labores de rastreo, localización y acorralamiento de grandes presas, lo cual nos permite romper con la visión tradicional que ha atribuido casi en exclusividad la práctica de la caza en la Prehistoria a los hombres. Además, cada vez contamos con más evidencias arqueológicas que ponen de manifiesto que es oportuno revisar la creencia de que era la actividad cinegética la que contribuía en mayor medida a satisfacer las necesidades alimenticias durante el Paleolítico, pues, por un lado hay que recordar que el acceso de los primeros seres humanos a las proteínas cárnicas no se produjo a través de la caza sino mediante la práctica del carroñeo y, por otra parte, debemos tener presente que habitualmente en los grupos cazadores-recolectores es la recolección de todo tipo de alimentos, tanto vegetales como animales, realizada prioritariamente por las mujeres, la que contribuye en mayor medida a asegurar la cantidad de calorías necesarias para la supervivencia colectiva.