Francisco Javier Morales Hervás / Doctor en Historia

La crisis de 1917 demostró la ineficacia del sistema de la Restauración. A ello se unía la indignación de la opinión pública por el Desastre de Annual, el temor en algunos sectores por el auge de los nacionalismos y el incremento de la tensión social, lo que contribuirá a extender la idea de que la solución a todo ello pasaba por un gobierno fuerte. El propio Alfonso XIII pensará en la posibilidad de un gobierno militar, pero Maura se lo desaconsejará.

Las dictaduras fueron una constante en la Europa de los años veinte y España no fue una excepción en el contexto europeo. El 13 de septiembre de 1923, Miguel Primo de Rivera declara el estado de guerra. El día 15 el rey entrega el poder a Primo de Rivera, que ese mismo día publica un Manifiesto, donde denuncia la situación del régimen de la Restauración y se compromete a solucionar problemas como el terrorismo, el separatismo, el anticlericalismo, el caciquismo y la Guerra de Marruecos.

El Directorio Militar (1923-25).

Primo de Rivera disuelve las Cortes y forma un gobierno exclusivamente militar. En los primeros meses, gozará de gran popularidad. Tan solo lo rechazan comunistas y anarquistas y la oposición más clara vendrá de intelectuales como Unamuno. Para atajar los grandes problemas del país, Primo de Rivera promoverá diversas medidas:

– Para regenerar la vida política y acabar con el caciquismo, se propone reformar el sistema electoral, utilizando un sistema proporcional, admitiendo el voto femenino…, pero todo ello se queda en proyecto.

– Se aprobó un Estatuto Municipal para dar más autonomía a los ayuntamientos y acabar con el caciquismo, pero no llegó a aplicarse.

– La formación del Somatén, milicia cíudadana, que ya existía en Barce­lona y que el dictador extendió a toda España creando el Somatén Nacional (1923), institución supeditada al ejército para controlar el orden público.

– Se crea la Unión Patriótica, que oscila entre un simple partido o un movimiento de masas. No puede considerarse un partido fascista clásico porque no tiene un ideario nítido y no impide la existencia de otros partidos.

– La represión del catalanismo. Se prohibió la bandera catalana, el himno y el uso del cata­lán en actos oficiales. Se suprimió la Mancomunidad de Cataluña en 1925. Esta política divide a la Lliga y a la burguesía catalana, porque una parte apoyará al gobierno al estar de acuerdo con su política económica, pero otra buscará una opción republicana.

– Aunque Primo de Rivera se había mostrado partidario de abandonar Marruecos, cambió su postura ante los éxitos de Abd-el-Krim y pasó a la ofensiva con el desembarco de Alhucemas (1925), con el que cercó a Abd-el-Krim por la retaguardia. La conclusión de este conflicto dos años después fue el mayor éxito de la Dictadura.

El Directorio Civil (1925-1930).

Al crear el Directorio civil (diciembre de 1925) el dictador mostraba su voluntad de instituir un régimen duradero. Formó un Gobierno compuesto por una mayoría de civiles y en 1926 convocó una Asam­blea Nacional Consultiva para ampliar el apoyo social al régi­men y elaborar un proyecto de Constitución, que instituía un Estado corporativo y conservador, pero el texto no llegó a aprobarse.

El Directorio Civil intentó solucionar la conflictividad social, para lo que Eduardo Aunós creó la Organización Corporativa Nacional (1926). El Gobierno logró la colaboración de los socialistas y de los Sindicatos Libres, pero ilegalizó a la CNT y al PCE. También mejoró la actividad económica al beneficiarse la Dictadura de un período de crecimiento que duró hasta 1929, que permitió incrementar las inversiones, sobre todo las dedicadas a obras públicas e infraestructuras.

La oposición a la Dictadura fue creciendo con antiguos monárquicos desencantados como Alcalá-Zamora y Maura, republicanos históricos, como Lerroux, o nuevos, como Azaña. Algunos sectores del ejército organizaron conspiraciones contra el dictador, como la Sanjuanada (1926). Tuvo gran repercusión la polémica entre el dictador y Unamuno, que fue desterrado a Fuerteventura.

A partir de 1928, se hizo patente la decadencia del régimen de Primo de Rivera, quien, además, se encontraba gravemente enfermo. En enero de 1930, el dictador dimitió y se exilió a París, donde murió poco después.

La caída de la monarquía (1930-1931).

Tras la dimisión del dictador, Alfonso XIII confió el poder al general Dámaso Berenguer (dictablanda), pero en enero de 1931 fue reemplazado por el almirante Juan Bautista Aznar, que formó un Gobierno de concentración y anunció la convocatoria de elecciones munici­pales.

En el Pacto de San Sebastián (agosto de 1930), los partidos republicanos se comprometían a promover una insurrección para instaurar la república en España. En octubre se unieron al Pacto el PSOE y la UGT, y más tarde los intelectuales de la Agru­pación al Servicio de la República, liderados por Ortega y Gasset y Gregorio Marañón, y la Federación Universitaria Escolar. Algunos sectores del ejército también respaldaron la causa republicana, protagonizando la sublevación en Jaca (diciembre de 1930), pero fracasó y sus dirigentes fueron fusilados.

Pero la república no llegó por una insurrección sino por una convocatoria electoral. A las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 acudieron en coalición los firmantes del Pacto de San Sebastián. En las áreas rurales vencieron los partidos monárquicos, pero en las capitales de provincia triunfaron los republicanos. El rey, a la vista de lo sucedido en las elecciones, partió al exilio.

Imagen superior: Retrato de Miguel Primo de Rivera. Wikipedia