Fernando VII moría en septiembre de 1833 y un mes después era proclamada reina de España su hija Isabel con tan solo tres años, por lo que asumió la regencia su madre María Cristina, que se apoyó en los liberales para poder mantener los derechos dinásticos de la pequeña Isabel. De este modo se iniciaba un lento y tortuoso proceso por el que se desmontaría el sistema del Antiguo Régimen y se acabaría implantando el liberalismo en nuestro país. Una de las primeras decisiones de los liberales fue establecer una nueva organización administrativa con el fin de fijar las bases de un Estado centralizado, donde, al menos en teoría, los ciudadanos de todos los territorios tuviesen los mismos derechos y obligaciones. El 30 de noviembre de 1833 mediante un Decreto se daba paso a esta nueva estructura por la que se creaban las actuales provincias, cuyos límites se han mantenido casi inalterados desde entonces, salvo algunas pequeñas modificaciones, entre las que en nuestro caso destaca la pérdida de Villarrobledo y su comarca en 1846, que desde entonces forma parte de Albacete.
Como consecuencia de la constitución de las provincias se crearon dos nuevas instituciones que han tenido una notable relevancia desde entonces: las Diputaciones Provinciales y los Gobiernos Civiles. Con esta nueva división administrativa, Ciudad Real pasaba a ser la tercera provincia más extensa de todo el país, tras las dos provincias extremeñas. En abril de 1834 se crearon los partidos judiciales: Alcázar de San Juan, Almadén, Almodóvar del Campo, Ciudad Real, Daimiel, Manzanares, Piedrabuena, Valdepeñas y Villanueva de los Infantes.
La consolidación de Isabel II en el trono no fue sencilla, pues el sector más conservador de la Corte consideraba que el legítimo heredero de Fernando VII era su hermano Carlos María Isidro. Esta circunstancia dio lugar al inicio de la Primera Guerra Carlista, que tuvo cierta repercusión en nuestro ámbito provincial. Los carlistas eran partidarios de mantener los principios e instituciones del Antiguo Régimen, por ello tuvieron gran protagonismo en áreas como el País Vasco, Cataluña o el Maestrazgo, donde asumieron la defensa de sus fueros tradicionales como una de sus bases para sumarse a la lucha en el bando carlista. El tradicionalismo también caracterizará a los partidarios del carlismo en la provincia de Ciudad Real, donde se configuraron numerosas partidas carlistas, pero en la mayor parte de los casos no había en ellas un fuerte componente ideológico, de hecho, muchos de los personajes que lideraron o que formaron parte de estas partidas presentaban unos perfiles más próximos al bandolerismo que a un pensamiento político definido.
Algunas de las partidas carlistas más importantes que desarrollaron su actuación en la provincia de Ciudad Real entre 1833 y 1840 estuvieron lideradas por personajes que ya habían tenido protagonismo durante la Guerra de la Independencia, donde conocieron la aplicación de la táctica de guerrillas. De este modo, supieron aprovechar las ventajas que ofrecían los ámbitos serranos de los Montes de Toledo al norte y de Sierra Morena al sur para organizar sus ataques y posteriormente buscar refugio. Uno de los líderes carlistas más conocido fue Manuel Adame, “el Locho”, natural de Ciudad Real, veterano de la Guerra de la Independencia, que ya durante el Trienio Liberal se caracterizó por defender la causa absolutista.
Uno de los núcleos que más se caracterizó por la presencia de defensores de la causa carlista fue Almagro, donde surgieron notables guerrilleros, entre los que destacaron los famosos hermanos “Palillos”, Vicente y Francisco Rugeros, que organizaron una de las partidas carlistas más activa de toda la Meseta Sur, llevando a cabo numerosas acciones violentas y ataques por diversos puntos de la geografía provincial. Otro de los guerrilleros carlistas que tuvo mayor protagonismo en nuestra provincia fue Antonio García de la Parra, alias “Orejita”, que lideró numerosas acciones hasta que en 1838 fue asesinado en Mestanza por un colaborador suyo, que había sido sobornado por los liberales. Podemos mencionar muchos más guerrilleros carlistas que actuaron en nuestra provincia como Isidoro Mir, José Muñoz, alias “Centinela”, “El Rubio”, “El Sastre”, “Chambergo”…, pero casi todos se caracterizaron por su individualismo y escasa coordinación, lo cual acabaría facilitando su derrota final ante las tropas liberales isabelinas.