Francisco Javier Morales Hervás / Doctor en Historia

Aunque la provincia de Ciudad Real fue un territorio de retaguardia durante casi toda la contienda civil, las informaciones de lo que sucedía en los frentes de batalla también afectaron a la vida cotidiana de los habitantes de nuestro territorio provincial. Con el paso de los meses y el lento pero inexorable avance de las tropas franquistas por las regiones aún controladas por el gobierno republicano, la moral de los leales a la República fue decayendo a la par que crecían las esperanzas de los favorables al alzamiento militar, lo cual se hizo más patente desde comienzos del año 1938, hasta tal punto que el jefe del Ejército de Extremadura, el coronel Burillo, solicitó al gobierno que nuestra provincia quedara bajo su control, lo cual se produjo a partir del mes de abril, momento a partir del cual se inició una amplia operación de depuración de los Tribunales Médicos Militares y del Centro de Reclutamiento al comprobarse que se producía una elevada y sospechosa concesión de declaraciones de “inútiles para el frente”. Además, también se llevó a cabo una amplia operación de limpieza por diversas áreas de la provincia, sobre todo próximas a sierras, lo que permitió capturar varios centenares de desertores.

Estas iniciativas pretendían acosar a los contrarios a la República, pero, en la realidad, su fin primordial era intentar elevar la moral de los leales republicanos, pues la acción real de los que presuntamente constituían la “Quinta Columna” (seguidores emboscados de los sublevados militares en la retaguardia) en nuestra provincia fue muy limitada y tan solo alcanzó cierta relevancia en grandes localidades como Puertollano, Alcázar de San Juan y la capital, donde se llegó a editar desde octubre de 1938 un periódico clandestino denominado, precisamente, “Quinta Columna”.

Izq.: El coronel Burillo, (en la imagen comandante) encargado de depurar a los “emboscados”. Dcha.: El general Antonio Escobar Huerta, convaleciente de una herida en 1937. En 1939, siguiendo las directrices desde Madrid del Coronel Casado, fue el encargado de acabar por la fuerza con el poder del PCE en Ciudad Real.

En enero de 1939 estaba claro que la guerra se había decantado definitivamente en favor del bando sublevado, pero las autoridades republicanas intentaban seguir manteniendo de cara al público que la situación militar no era tan dramática, por lo que se persiguieron las actitudes derrotistas y las deserciones, a pesar de que parte de los mandos republicanos ya habían empezado a negociar con los militares rebeldes, lo cual culminaría con el golpe de Estado que dio el 5 de marzo el coronel Casado, apoyado por socialistas y cenetistas, contra el propio gobierno republicano presidido por Negrín, que sería sustituido por una Junta de Defensa. Este hecho provocó graves enfrentamientos armados en diversas zonas de la retaguardia republicana, en los que nuestra provincia alcanzó cierto protagonismo, por la frontal oposición que dirigentes y simpatizantes comunistas mostraron ante la decisión adoptada por Casado.

La tensa convivencia que durante buena parte de la contienda habían mantenido los comunistas con el resto de fuerzas republicanas, especialmente socialistas y anarquistas, se rompió definitivamente y se puso de manifiesto a través de ciertos movimientos militares promovidos por simpatizantes comunistas en diversos puntos de nuestra geografía provincial, como Argamasilla de Calatrava, Daimiel, los Baños de la Fuensanta y la capital. De todos ellos, el que llegó a alcanzar más intensidad fue el iniciado en la capital a partir del 7 de marzo, cuando un grupo de comunistas se hizo fuerte en la sede del Comité Provincial del PCE, edificio que era conocido como “Palacio Rojo”, pues ocupaba el antiguo Palacio Episcopal. Ante el fracaso de las negociaciones llevadas a cabo entre el gobernador civil y los rebeldes comunistas, se decidió asaltar la sede provincial del PCE, que, tras un intenso tiroteo, fue tomada por las autoridades leales al coronel Casado el 11 de marzo, siendo encarcelados los principales líderes comunistas.

Izq.: El coronel Segismundo Casado López se dirige a la España Republicana para anunciar su golpe de estado. Centro: El edificio del episcopado, entonces el “Palacio Rojo”, donde se hicieron fuertes los comunistas en marzo de 1939. Dcha.: Fachada del palacio con impactos de bala producidos durante el ataque.

Aunque la Junta de Defensa presidida por Casado quería alcanzar unas aceptables condiciones de rendición, las tropas franquistas aceleraron su avance y en los últimos días de marzo lograron tomar los pocos focos de resistencia que aún eran fieles al gobierno republicano. En nuestra provincia, la primera población que fue ocupada por las tropas rebeldes fue Almadén el 27 de marzo. Poco a poco fueron cayendo el resto de localidades, entrando el primer contingente del ejército franquista en la capital la tarde del 29 de marzo. El 1 de abril Franco firmaba el último parte de guerra y se iniciaba así una dura etapa de posguerra.