Francisco Javier Morales

Francisco Javier Morales Hervás/ Doctor en Historia

Estaba cercano el fin del siglo XVI, centuria en la que la monarquía española había alcanzado su máximo esplendor, pero que en esos postreros años del siglo mostraba claras muestras de debilidad. A pesar de ello, la cultura y el arte estaban en una época de gran apogeo y también una profunda religiosidad que se expresaba en sentimientos como los que representaba Juan, trinitario que había nacido en Almodóvar del Campo en 1561 y que pronto descubrió su vocación religiosa.

Interior del templo.

Juan se encontraba en un momento crucial de su trayectoria vital y religiosa y para intentar poner en orden sus confusos pensamientos decidió pasar unos días en el convento de trinitarios de Membrilla. Le agradaba recorrer las calles de esta laboriosa villa manchega y pasear por sus campos. Una mañana fue a orar a la Iglesia de Santiago el Mayor, pero antes quiso disfrutar de su singular belleza artística. Accedió por la puerta sur, que estaba enmarcada por un bello arco conopial, sobre el que se situaba una hornacina que albergaba una imagen de la Virgen María con el Niño Jesús en sus brazos. Antes de entrar le llamó la atención una serie de finas marcas verticales que aparecían en la base de los contrafuertes exteriores, cuyo origen desconocía, pero que más tarde pudo saber que eran causadas por la costumbre que tenían algunas personas de utilizar los sillares empleados para edificar este templo, realizados con la típica piedra moliz rojiza de la comarca, como elemento idóneo para afilar sus navajas.

Este templo empezó a edificarse a finales del siglo XV, para sustituir la anterior iglesia de esta localidad, cuyo tamaño resultaba insuficiente para dar respuesta a las necesidades religiosas de una

población creciente. El proyecto fue encargado al maestro Aliseda, que, siguiendo los cánones más habituales de la época de los Reyes Católicos, diseñó un edificio de una sola nave rectangular tipo salón, sustentado en pilares, que sería realizado con mampostería y sillares. La edificación finalizaría en el primer cuarto del siglo XVI, bajo la dirección del maestro Gabriel de Yepes, que respetó las trazas originales, dando como resultado la definición de un espacio amplio y diáfano, de unos 60 metros de largo por 16 de ancho, dividido en cinco tramos separados por arcos fajones que descansan en pilastras de base hexagonal. En la cubierta destacan unas bellas bóvedas estrelladas.

El ábside presentaba forma poligonal y a los pies de la iglesia se situaba el coro, que estaba sustentado por dos arcos carpaneles de notables dimensiones.

Juan pudo comprobar que el espacio dedicado a la oración se ampliaba con diversas capillas que se habían alojado entre los robustos contrafuertes: dos estaban dedicadas a la Virgen María, una tercera fue mandada construir por la familia Martínez y otra estaba dedicada a San Juan. Había una quinta capilla, ubicada entre el presbiterio y la capilla de San Juan, que había sido mandada construir pocos años antes por Hernán Martín Cacho.

Dos detalles del interior de Santiago el Mayor.

Sobre el altar se situaba un sencillo retablo plateado en el que, entre otras figuras, se representaba un Cristo crucificado, una Virgen María, Santiago el Mayor, San Pedro y San Pablo. El templo no estaba muy recargado de decoración, por ello a Juan le resultó llamativa la curiosa ornamentación que presentaban algunos capiteles en los que aparecían seres imaginarios como bestias y dragones y leones luchando, lo que recordó a nuestro protagonista su lucha interna, por lo que finalizó su visita retornando a la capilla de San Juan, donde, tras orar y reflexionar, empezó a ser consciente de que había llegado el momento de iniciar la reforma de la orden trinitaria.

Fotos: Juanvi Estudio Fotográfico, cedidas por el Ayuntamiento.