Sanitarios a disposición de la sociedad y la Administración, con 118 años de ejercicio en el control de la salud pública
La Veterinaria de Ciudad Real posee una de las más largas, insignes y meritorias trayectorias clínica y profesional del panorama español. No lo dice la que suscribe, lo cuenta la historia del Ilustre Colegio Oficial de Veterinarios de Ciudad Real (ICOV) que en este 2023 sopla las velas de su 118 aniversario. Para comenzar, fue, junto a Toledo, la primera entidad colegial de veterinarios constituida en Castilla-La Mancha, un 30 de noviembre de 1905 en el salón de actos del Ayuntamiento de Ciudad Real; y de las pioneras en España.
Merece un breve detenimiento la historia precolegial, donde estos profesionales se conocían como albéitares, dedicados al cuidado de los animales para prevenir y sanar sus enfermedades. En una época dada, albéitares y herradores se fusionaron en uno. Posteriormente, era habitual que el Ejército estuviera vinculado con la profesión, con oficiales y militares veterinarios.
A principios del siglo XX, el aislamiento de zonas rurales y la vasta extensión de la provincia de Ciudad Real abocaban a una práctica veterinaria muy básica, con dificultades de movilidad -los veterinarios se trasladaban a las fincas en caballo o mula-, con pagos en especie (se pagaba con trigo, cebada, jamones…) y con pocos medios técnicos a su alcance “el cometido general era el cuidado y vigilancia de los animales de tracción del campo y el ganado de abasto; el veterinario era la referencia sanitaria de muchos pueblos”, subraya el actual responsable colegial, José Ramón Caballero.
La constitución del Colegio, con Leoncio Vega como primer presidente, viene a solventar problemas acuciantes como el intrusismo profesional, la organización o regulación profesional, el acceso a la profesión, el control de la propia deontología veterinaria o los honorarios, “existían tratamientos al ganado inadecuados o aparecían enfermedades o zoonosis que eran perjudiciales para la salud humana y había que ponerle solución”, nos cuenta Caballero. La Administración también comienza por entonces a organizar el sistema de veterinarios del Estado. En 1911, la institución colegial dispone de 132 veterinarios colegiados.
Como dato curioso, en la asamblea de 1916, según recoge el libro del centenario Albeitería y Veterinaria en la provincia de Ciudad Real 1905-2005, realizado por Francisco de Asís Muñoz, secretario colegial durante más de 30 años, se habla de la división de la provincia en 33 zonas con un inspector veterinario en cada una, que llegaría a cobrar de 1.000 a más de 1.500 pesetas, según fuese el acceso a la plaza por méritos u oposición.
En cuanto a la sede colegial primera, no se sabe con certeza su ubicación, aunque las asambleas tenían lugar en el salón de actos del Ayuntamiento de la capital. El periplo de sedes provisionales por varias calles y plazas de la capital es algo proceloso, hasta que en 1961 se instalan definitivamente en la plaza de la Provincia, 2, segunda planta. En 1998 adquieren un salón de actos en Belchite, 5.
La inquietud veterinaria por ser considerados como profesionales sanitarios y pieza clave en la salud pública general (tanto animal como humana) alcanza su reconocimiento a partir de los años 50. Es el momento de la “industrialización”, indica Caballero, en el que la Veterinaria se incorpora a la estructura del Ministerio de Sanidad -en el pasado llegó a depender de Fomento y Agricultura-; y es cuando se solventan enfermedades como la peste porcina africana, brucelosis o la tuberculosis para evitar el contagio a los alimentos. Además, emerge la industria de transformación, “que es consciente de que cuanto mayor sea el control y la calidad de la materia prima a transformar, mejor será la calidad del producto al consumidor”. La veterinaria se involucra de lleno en las exigencias industriales.
En 1960 aparece la primera mujer veterinaria en Ciudad Real, María Cruz Zurita Jiménez, catedrática del Instituto Laboral de Manzanares, aunque la primera colegiada fue Luisa Caramé Chamorro en 1979, con ejercicio en Alcázar. En 1993, Celia Esther Cámara es la primera mujer que llega a la presidencia del ICOV; bajo su mandato se constituyen los premios Francisco Megía Merlo y se celebra el centenario.
En 2006 sale elegido presidente del ICOV José Ramón Caballero, también del Consejo de Colegios Profesionales de Veterinarios de Castilla-La Mancha y consejero de la Organización Colegial Veterinaria. El censo de colegiados alcanza en la actualidad los 380.
Entre los retos actuales están el reconocimiento pleno como sanitarios, igual que médicos y enfermeros, “no se concibe a estas alturas que la Administración convoque plazas de veterinarios y no les obligue a la colegiación”, arguye Caballero, que tiende la mano a la Administración para poner a su disposición todos los conocimientos veterinarios, evitando circunstancias como las sucedidas en la pandemia o con la Ley de Bienestar Animal, “normativa que no tiene ni pies ni cabeza”. Del mismo modo, solicita una mayor independencia en el trabajo ya que, por ejemplo, no existen veterinarios en las Administraciones Públicas dedicados a medio ambiente, “en el control de la caza y de las canales de carne no hay un veterinario que lleve el control de los precintos, no hay trazabilidad”.
El Colegio está abierto a la sociedad, es un ente activo, recalca Caballero, con continua formación, plenamente adaptado a las normativas, con información al día, gran profesionalidad y una extensa programación de actividades, como las realizadas el día del patrón, San Francisco de Asís; colabora también con la Administración cuando se lo piden, con el Seprona o con la Policía por algún delito de salud pública, entre otros. Desde 2021, la plaza de San Francisco de Ciudad Real está dedicada al Colegio de Veterinarios.
Sirva este reportaje de homenaje a todos los presidentes colegiales pretéritos, a las juntas de gobierno y a todos los veterinarios de la provincia que han elevado a lo más alto la profesión veterinaria en una provincia puntera y con interesantes trabajos como los del doctor en Veterinaria, Laureano Saiz Moreno, legados al Colegio.
Texto: Oliva Carretero Fotos: Cedidas por el ICOV